1.15.2007

Inferno (part. II)

Esta historia bien podría contarse del modo “a un amigo de un amigo le paso...”, y convertirla en otra de tantas leyendas urbanas en esta ciudad inútil gobernada por idiotas. Y, asimismo, podría concluirla diciendo “ya sabes, esas cosas pasan” encadenándola a alguna moraleja de tipo moral o, por lo menos, legal. A mi me aterró porque es un ejemplo exponencial de la ley de Murphy. Dispensarán si ofendo susceptibilidades.
Pasó hace unos 4 o 5 años, no estoy seguro. La protagoniza Mac, un sudafricano alto y robusto pero que tenía aspecto de aborigen australiano. Llevaba viviendo en Colombia unos cuantos meses y se mantenía gracias al tráfico de drogas entre los extranjeros que vienen a la ciudad buscando, justamente, eso. El tipo era buena gente, cuando nos veíamos me saludaba y charlábamos un poco, del clima, de mujeres, de la vida nocturna, y un par de noches me invitó unos cuantos tragos de tequila, para matizar el consumo de ese brebaje asqueroso y vomitivo que acá venden como cerveza.
Una tarde llegué al bar de Luis, lugar que frecuentaba en esa época y al cual iba Mac ocasionalmente. Era sábado, la zona se ve un poco vacía a esas horas de la tarde y, aunque era un día soleado, corría un viento helado. Luis me dice - marica, pilláte que a Mac lo esta buscando la Policía” – mucho pendejo, se dejó pillar - le dije, creyendo yo que lo perseguían gracias al tráfico - No pana, porque se le murieron dos viejas en el apartamento!.
No le di crédito. Luis a veces exageraba las historias, las propias y las de los demás, le añadía su toque de dramatismo y mala leche, y aunque decir que dos viejas habían muerto no parecía una exageración, pensé que lo hacía. El resto del día paso sin mayores novedades. Unos cuantos días después, mientras me fumaba un cigarrillo en la entrada de una panadería, ojeé el periódico que estaba colgado de la puerta. El titular decía, ya sabrán a que periódico me refiero, “Sexo, Vudú y Muerte”. El titular me causo curiosidad entonces lo pedí prestado para leerlo. Era la historia de Mac, agrandada y matizada por el amarillista periódico.
El jueves anterior Mac se topó con dos viejas, entre los 19 y 23 años, que andaban buscando drogas a bajo precio. Seguramente él pensó “a estas viejas me las puedo llevar al apartamento, les doy cocaína y alcohol y puede que termine follándomelas”. Tal vez así fue, bueno, no se si terminó follándoselas, el hecho es que, probablemente, al despertarse al otro día en medio de una resaca espantosa, estaba acostado al lado de dos mujeres muertas.

Según me cuenta Luis, en la tarde del viernes Mac estaba buscando dinero prestado afanosamente. Luis no le prestó, aunque le causó curiosidad el afán de Mac, un tipo normalmente muy tranquilo. Al parecer logró conseguirlo porque huyo de la ciudad y, tal vez, él mismo dio aviso a la Policía para que recogieran los cuerpos.
Nunca me expliqué de donde sacó el periódico ese la información de que Mac era jamaiquino, y no entendí que tenía que ver el vudú en todo eso. Según un conocido de un conocido, lo último que se supo es que estaba en Brasil. Traficando drogas.